domingo, 31 de diciembre de 2017

EL PAÍS (05.X.2017): Nadie puja por la virgen que se vendía como un ‘murillo’

Nadie puja por la virgen 

que se vendía como un ‘murillo’


El Estado se queda con un bodegón del círculo de Tomás Yepes del siglo XVII por 80.000 euros


Madrid 5 de Octubre de 2017
'Virgen del Rosario con el niño Jesús', atribuída a Murillo.
'Virgen del Rosario con el niño Jesús', atribuída a Murillo.
El óleo Virgen del Rosario con el niño Jesús, firmado por Murillo y que la sala de subastas Alcalá autentificó como una obra de juventud del pintor sevillano tras un estudio, en contra de la opinión de Enrique Valdivieso, máximo especialista en el artista, se quedó ayer sin comprador.
La pintura, que salió por 750.000 euros, era la estrella de la subasta que organizó este miércoles la sala Alcalá en Madrid, pero nadie pujó por ella. "Han venido a verla y se han mostrado interesados, pero al final no se han decidido", comentó tras la subasta Daniel Díaz, catalogador de pintura antigua de Alcalá. Según Valdivieso el lienzo, que antes había estado atribuido al círculo de Murillo, es "una buena copia antigua", probablemente realizada entre 1680 y 1690. "Puede que se hiciera incluso en vida del propio Murillo", apunta el catedrático de Historia del Arte y autor del último catálogo razonado del pintor barroco.
Lo que si se vendió fue un bodegón del siglo XVII del círculo del valenciano Tomás de Yepes, Vanitas, que adquirió el Estado por el precio de salida: 80.000 euros, el más alto que se pagó en la jornada. El Estado compró también por 10.000 euros una pareja de apóstoles —san Judas Tadeo y san Felipe— del sevillano Antonio María Esquivel realizada en 1837 que forman parte de una serie de la cual el Museo Romántico de Madrid posee otros tres lienzos; además de una miniatura sobre marfil de Juan Gálvez, Alegoría de la ligereza del amor, fechada en 1824 por 2.250 euros.

EL PAIS (20.XI.2017).- Un ‘murillo’ perdido, redescubierto en un castillo de Gales



Un ‘murillo’ perdido, 

redescubierto en un castillo de Gales




Fragmento del retrato de Diego Ortiz de Zúñiga.
Fragmento del retrato de Diego Ortiz de Zúñiga. SOTHEBY'S


Un historiador del arte español ha determinado que un retrato del escritor sevillano Don Diego Ortiz de Zúñiga que desde hace 150 años colgaba en las paredes de un castillo de Gales es una obra original de Bartolomé Esteban Murillo, que se daba por perdida, informa este lunes el diario The Guardian.
El lienzo, ejecutado en torno a 1653, se consideraba hasta ahora una de dos copias de la supuesta obra primigenia del artista. Una de las copias se encuentra en el Ayuntamiento de Sevilla.
Sin embargo, cuando el experto español Benito Navarrete Prieto, profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Alcalá, visitó el castillo de Penrhyn, en el norte de Gales, para examinar la presunta segunda copia, concluyó que era original.
El cuadro, de 113 por 94 centímetros, fue adquirido a finales del siglo XIX por el barón de Penrhyn, entonces dueño del castillo neogótico, como una obra auténtica de Murillo, pero en 1901 otros expertos lo reclasificaron como copia.
El murillo  del castillo de Penrhyn, propiedad ahora de la organización de conservación del patrimonio National Trust, muestra a un hombre joven de apariencia austera rodeado por un elaborado marco sostenido por querubines. Actulamente la obra forma parte de una exposición sobre Murillo que muestra en Nueva York The Frick Collection y que, a partir de febrero, se trasladará a la National Gallery, de Londes. "Es una absoluta obra maestra. Magnética", ha declarado Navarrete.
Las obras del pintor español son muy cotizadas en el contexto de los antiguos clásicos y su Ecce Homo se remató el pasado julio en la casa de subastas Sotheby's de Londres por cerca de tres millones de euros. Este año, además, se conmemora el cuarto aniversario del nacimiento de Murillo, que se conmemora en Sevilla, la ciudad donde nació, creció como artista y se convirtió en uno de los máximos exponentes del barroco tardío. 

sábado, 30 de diciembre de 2017

Bartolomé Esteban Murillo, Martín de Eulate y Ntra. Sra. del Puy (Estella)

Bartolomé Esteban Murillo, 
Martín de Eulate y Ntra. Sra. del Puy 
(Estella, Navarra)


Fragmento recogido en:


Salvador Hernández González. Francisco Javier Gutiérrez Núñez. 


Cartografía murillesca. Año de Murillo MMXVII. 

Los pasos contados, UPO ( Enred Ars ) , Sevilla 2017. pp. 54-73.






Un personaje hasta ahora no relacionado con Murillo ha sido Martín Eulate. Se trata de un comerciante navarro natural de Estella como sus padres (D. Martín de Eulate y Dª. Ana Ochoa de Baquedano). Era vecino de la calle Castro (collación de Santa María). De su matrimonio con Dª Casilda Andrea de Gamarra, tuvo tres hijos, Florencia, Martín y Juana. 

En los momentos previos a su muerte, otorgó un poder para testar el 24 de febrero de 1688 en favor de su mujer, día en el cual falleció. En los meses posteriores ella se encargó de formalizar su testamento e inventario de bienes (Nota 57).

Su colección pictórica estaba compuesta por obras de temática religiosa, representada por cuadros de diversas advocaciones, como los de Nuestra Señora de la Estrella, Nuestra Señora de la Concepción, Nuestra Señora con el Niño, San Juan y un pájaro, Niño Jesús con la cruz a cuestas, una Piedad, San Juan Bautista, San Lorenzo, Santa Rosa María y Santa Teresa. 

Además contaba con otros once cuadros de varios santos y otros ocho relacionados con la vida de la Virgen María. Obras interesantes debieron ser los “tres cuadritos para sobre puertas de mano de Arteaga, y con molduras de media caña doradas y estofadas”, y seis “países”.

Pero lo que destacan son dos obras de Murillo, que podemos considerar totalmente inéditas y pendientes de identificación, un cuadro y una lámina en tabla:

  • “Un quadro grande de nuestra señora del Pui, de mano de Bartolomé Murillo de más de dos baras con su moldura dorada antigua”. Se trata de una iconografía extraña en la obra de Murillo y seguramente producto de un encargo específico por parte de Eulate, ya que se trata de la representación de la Patrona de la localidad navarra de Estella, imagen gótica de fines del siglo XIII o comienzos del XIV. Posiblemente Murillo debió reflejar en esta obra perdida o no identificada el modelo de otras representaciones del siglo XVII que muestran a esta imagen mariana vestida siguiendo la moda de los Austrias, como es el caso de la pintura conservada en la iglesia de San Pedro de la Rúa de la propia población.
  • “Dos láminas en tabla que están en el estrado, una de mano de Murillo de la Pura y Limpia Concepción y la otra de la Encarnación pintura de Roma con molduras doradas y estofadas, que es cada una de tres cuartas de largo poco más”.


Nota 57.- Archivo Histórico Provincial de Sevilla. Protocolos de Sevilla. Oficio 19. Año 1668. Libro 1º. Legajo 13.037. Folios 484 (poder para testar), 700-704 (inventario de bienes) y 705-706 (testamento).




Virgen del Puy (Basílica de Ntra. Sra. del Puy, Estella). 
Talla gótica






Virgen del Puy. 
Lienzo 1ª mitad s. XVII, 
Iglesia de San Pedro de la Rúa (Estella). 

"Adosado al pilar del coro se encuentra un lienzo de la Virgen del Puy vestida, de la primera mitad del siglo XVII, procedente de la iglesia de Santa María Jus del Castillo. Destaca su técnica minuciosa y el detallismo con que son tratados los adornos y joyas de la indumentaria de la Virgen".



Virgen del Puy. 
Convento de las Concepcionistas Recoletas (Estella). 
A su pie se lee: 
"SOY LA ESTRELLA / BAJADA DEL CIELO AL SUELO / 
A DAR LUZ A ESTELLA / PARA SER PATRONA DE ELLA".





viernes, 29 de diciembre de 2017

Dossier Bartolomé Esteban Murillo, en la revista " Descubrir el Arte", número 227. Enero 2018


Dossier 
"Bartolomé Esteban Murillo"

Descubrir el Arte, número 227. Enero 2018



Dossier Bartolomé Esteban Murillo: Barroca piedad. Cronista social de la España del XVII, máximo representante de la ideología tridentina en la pintura, devoto vecino de la cosmopolita Sevilla, rival de Velázquez en la admiración de los siglos, el pintor sevillano es el gran protagonista artístico del año en curso, en el que se conmemora el cuarto centenario de su nacimiento.




Orgullo de Sevilla - Álvaro Cabezas García. Perfecto traductor de la idiosincrasia de la urbe hispalense, el artista ofreció lo mejor de su arte para depositarlo en la ciudad del Guadalquivir, distribuyéndolo entre las grandes instituciones y las humildes parroquias o particulares. 

El pueblo menudo y pobre - Fernando Quiles. El mosaico creativo del maestro brilla extraordinariamente en sus escenas de calle, pobladas por mendigos, tipos infantiles y perros callejeros, en atmósferas definidas por la luz y el color y donde todos se comunican entre sí. 

Caridad y devoción - Jesús Cantera Montenegro. Hombre de profundas convicciones religiosas, Murillo aplicó sus dotes artísticas a dar cauce en sus obras a los principios de renovación espiritual emanados del Concilio de Trento. 

Restaurar para conservar - Charo Ramos. Obras clave del maestro, deterioradas o mal tratadas en el siglo XIX, han recobrado su aspecto original tras una minuciosa labor de restauración en el Museo de Bellas Artes y el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, realizada a la vista del público en un programa de visitas guiadas y talleres abiertos. 

Una visión libre de prejuicios - Ignacio Cano Rivero. El Museo de Bellas Artes de Sevilla abre este año dedicado al pintor con la primera de las dos grandes exposiciones que ha preparado para celebrar su centenario, pues por algo es el artista mejor representado en sus colecciones por la cantidad y calidad de sus obras. 

miércoles, 27 de diciembre de 2017

"Juan de Godoy de los Cameros Fenoy y Bartolomé Esteban Murillo"

"Juan de Godoy de los Cameros Fenoy y Bartolomé Esteban Murillo"


Extracto recogido en: 
GUTIÉRREZ NÚÑEZ, Francisco Javier; 
SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano; GAONA VILLEGAS, Joaquín: 
“El alpujarreño Juan de Godoy de los Cameros Fenoy: Hidalgo, “buscavidas” y pintor (1648-1716)”, en Farua nº 20, 
(Centro Virgitano de Estudios Históricos, 2017), pp. 201-224.

-o-o-o-

(1).- JUAN DE GODOY

Bautizado el 13 de agosto de 1648 en Fuente Victoria (Almería), aunque su infancia y adolescencia la pasó en la cercana localidad de Fondón (Almería). A la muerte de su padre en 1669, con escasos 21 años, se convierte en cabeza visible de su linaje. Los avatares concretos que siguió su familia terminaron por forjarle posiblemente una biografía muy distinta a lo que estaba trazado para él.

El hecho de contar con cierto status socio-económico en la comarca alpujarreña, le permitiría durante su juventud dedicarse a estudiar pintura. Su formación y aprendizaje artístico se realizó en el taller de Pedro de Moya (Granada, 1610-1674), un enigmático pintor granadino. (Nota 1).-

En la partición de bienes realizada a la muerte de su padre, se recoge el pago de varias cantidades: 4.400 reales al citado pintor y 2.200 reales al propio Juan por su estancia granadina. Además, recibió una cruz de oro valorada en 150 reales y un retrato de su padre, tasado en 100 reales .

Juan de Godoy, tras su etapa de formación artística en la ciudad de la Alhambra, estuvo ayudando a su progenitor en sus numerosos asuntos y negocios en su localidad natal.


Posiblemente fue la coyuntura económica lo que motivó que emigrara a la gran urbe que era la Sevilla finisecular del siglo XVII, que aunque venida a menos, bajo el reinado de Carlos II aún mantenía una importante actividad mercantil. Emigraría con la creencia que allí encontraría más posibilidades de negocio e incluso tener una clientela fija que le permitiera vivir de su oficio artístico.

Sea como fuere, lo cierto es que, sólo o en compañía de sus dos hermanas, nuestro protagonista marchó a Sevilla en la década de los setenta. En la capital hispalense, Juan contrajo matrimonio al menos en 2 ocasiones, pero no tuvo descendencia de ninguno. Fue vecino en distintos barrios o colaciones, y nunca se afincó de forma definitiva en uno de ellos, posiblemente porque siempre vivió en arrendamiento y no contó con casa en propiedad: San Juan de la Palma (1674), San Román (1684), Santiago el Viejo (1686) y San Vicente (1716).

(2).- SU FACETA ARTÍSTICA

En el mundo artístico de la Sevilla finisecular, los pintores y doradores localizaron sus talleres y viviendas en distintas colaciones, como Omnium Sanctorum y San Juan de la Palma, en los extremos de la calle Feria, principal centro de distribución de mercancías artísticas de la época. Otras dos colaciones preferidas por este gremio fueron las de San Martín y San Andrés, parroquia donde los pintores contaban con propia capilla y hermandad, dedicada a San Lucas . Recordemos que el primer matrimonio de Juan de Godoy se celebró en San Juan de la Palma, y quizás en este sector de Sevilla pudo asentar su primera residencia como casado.

Godoy tuvo que conocer a pintores de la talla de Sebastián de Llanos y Valdés (¿1605?-1677); a la saga de los Valdés Leal -Juan (1622-1690) y su hijo Lucas (1661-1725)-; a Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682); así como a sus seguidores más importantes, como Juan Simón Gutiérrez (1634-1718), Francisco Meneses Osorio (¿1640?-1721) y Alonso Miguel de Tovar (1678-1758). Tal vez también a una nueva figura emergente en su etapa de aprendizaje, como Domingo Martínez (1688-1749) e incluso coincidió en Sevilla capital con otro pintor almeriense, Germán Lorente, natural de Serón; cuyo hijo Bernardo Luis Lorente Germán (1680-1759), sería un pintor de reconocido prestigio en la Sevilla dieciochesca.


Sevilla sería el lugar donde Godoy tuvo que desarrollar la mayor parte de su obra, aunque a día de hoy tan sólo se conoce de su mano una serie hagiográfica de 17 lienzos de gran formato sobre la vida de san Pedro Nolasco, que pintó para uno de los claustros del desaparecido Convento de San Laureano de Sevilla, más otros 23 lienzos menores, para el mismo convento.



(3).- SU RELACIÓN CON BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Juan de Godoy contactó con Bartolomé Esteban Murillo, bien fuera gracias a la mediación de su maestro Pedro de Moya, o bien por sí solo (Nota 2). Aunque no tenemos constancia documental que tuvieran contactos artísticos, posiblemente Godoy frecuentara el taller del maestro sevillano.

Esta relación profesional explicaría que Murillo le terminara arrendando una casa de su propiedad en la colación de la Magdalena. El arrendamiento se escrituró el 12 de julio de 1679, estableciéndose el plazo de un año, por valor de 100 reales al mes (1.200 reales anuales). (Nota 3).

El padre de Murillo, contó con un posición económica solvente, en un documento de 1607, se dice de él que era “un hombre rico y ahorrador como era notorio”. (Nota 4)

Esa solvencia residía en la toma de casas pagando un arrendamiento anual a su propietario y el compromiso de costear su mantenimiento; de tal forma que, a posteriori, las subarrendaba, garantizándose así un beneficio como mediador y, por tanto, una fuente fija de ingresos. En 1600 tomó en arrendamiento una casa propiedad del convento de San Pablo, junto a la puerta y compás del mismo. En 1607 tomó otra casa en arrendamiento propiedad de la parroquia de la Magdalena, en la calle que iban del convento de San Pablo al de la Merced, es decir en la calle Dormitorios (hoy Bailén).



Por último en enero de 1612 otras 3 casas propiedad del citado convento que estaban en la plazuela y calle de San Pablo a cambio del pago de 20 mil maravedíes anuales (558 reales), consistente en una principal y dos accesorias, con la condición que fuera por dos vidas la suya y la de su heredero.

La historiografía (S. Montoto, D. Angulo y D. Kinkead), da por hecho que las rentas de todas ellas fueron a parar como herencia de Bartolomé Murillo.

Lo cierto es que no está acreditada tal situación para las casas de 1600 y de 1607, aunque sí para las 3 casas tomadas en 1612, pues Gaspar Esteban nombraría en el beneficio de la segunda vida de ellas a su hijo Bartolomé. Gracias a la información de subarriendos identificamos que se trata de las citadas viviendas tomadas en 1613 por Gaspar Esteban. 

Por tanto el joven Bartolomé Murillo heredó de su padre una forma de lograr una vía de ingresos, para complementar su economía familiar.
Murillo por las aludidas 3 casas pagaba 558 reales anuales al convento dominico, pero aún así, gracias a sus subarriendos lograba un pequeño margen de beneficio. Aunque a corto y medio plazo fueron ingresos rentables, a la larga se convirtieron en un problema. Con el paso de los años las casas pasaron a un estado ruinoso, por falta de mantenimiento de los subarrendadores.

Derivado de esto, el 23 de enero de 1668, ante el escribano Ambrosio Díez, el pintor hizo dejación de las 3 casas en su propietario, el convento dominico de San Pablo. La razón que esgrimía Murillo era porque “dichas casas están con mucha necesidad de reparos y condenadas por los alarifes visitadores de posesiones de esta dicha ciudad y no poder yo al presente acudir a hacer los dichos reparos”. La comunidad dominica aceptó a cambio que Murillo pagara su arrendamiento hasta final de diciembre de 1667 y un suplemento de 400 reales para las reparaciones. (Nota 5).-

A los pocos años, Bartolomé Murillo diseña una nueva inversión inmobiliaria en una zona de Sevilla que conoce bien, la Magdalena, siendo ya su hija Francisca María monja profesa del convento de Madre de Dios. La idea era dejarle una pensión vitalicia anual, para cuando él falleciera.

El 18 de agosto de 1671, toma en arrendamiento una casa propiedad de Luis Fernández Luna, situadas en la collación de Santa María Magdalena, “en la calle que va de la plaza de la dicha Iglesia a la de San Pablo”, a cambio de una renta anual de 17.500 maravedíes, es decir casi 515 reales. Debían de estar situadas en la confluencia de la actual calle Murillo con las calles de Bailén y San Pablo.

La condición era tomara por tres vidas, siendo nombrada en una de ellas a su hija Francisca. La renta anual de la casa oscilaría entre los 1056 reales (96 ducados) y los 1200 (109 ducados). Por ella pasaron como subarrendados el inglés Duarte Pedro (1671-1672), D. Juan de Arteaga (1672-1675), Francisco de la Puente (1675-1677), el escribano Juan Jacinto Romero (1678-1679), nuestro pintor Juan de Godoy (1679-1680), el gorrero Juan José (1681-1682) y Antonio de Novela Salas (1682). En su testamento de 3 de abril de 1682 recordaba que Novela aún le debía el pago de 6 meses. (Nota 6).

La gestión de inmuebles que utilizó Murillo para completar su economía familiar, también la practicó con algunas casas heredadas por su esposa Beatriz de Cabrera, en la calle San Eloy (Sevilla), y en su localidad natal de Pilas. En 1663 ella fallecía. (Nota 7).


NOTAS:

Nota 1.- Así lo considera Alfonso E. PÉREZ SÁNCHEZ en su monografía Pintura barroca en España (1600-1750). Madrid: Cátedra, 1992, pp. 383-384. Pendiente de un estudio en profundidad sobre su obra, a juicio de Calvo Castellón, Pedro de Moya “es uno de los grandes pilares de la pintura barroca granadina”. CALVO CASTELLÓN, Antonio. «La pintura seiscentista granadina: génesis, rasgos y protagonistas de una experiencia estética singular». En: HENARES CUÉLLAR, Ignacio y LÓPEZ GUZMÁN, Rafael (coords.). Antigüedad y Excelencias [catálogo de la exposición]. Sevilla: Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 2007, pp. 73-75.

Nota 2.- Se tiene constancia que Pedro Moya, “maestro” de Godoy, trajo a Sevilla obras de Van Dyck, hacia el año 1643, y que su visita supuso un impulso para Murillo, deseoso de conocer la pintura flamenca in situ y de viajar a los países nórdicos, aunque finalmente, por falta de medios, sólo visitó la Villa y Corte de Madrid. MORENO MENDOZA, Arsenio. El pintor en la sociedad andaluza del siglo de Oro. Sevilla: Junta de Andalucía. Consejería de Educación y Ciencia, 1999, pp. 117-118.

Nota 3.- Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Sevilla. (AHPSe. PdS). Oficio 19. Año 1679, libro 2º. Leg. 13013, f. 29. Arrendamiento de Bartolomé de Murillo a Juan de Godoy Camero.

Nota 4.- ANGULO, Diego. Murillo. Su vida, su arte y su obra. Madrid: Espasa Calpe, 1981, p. 146, vid. 145-160 (Cronología). KINKEAD, Duncan T. Pintores y doradores en Sevilla, 1650-1699: documentos. London: AuthorHouse, 2007, pp. 355-385. La renta de la casa principal oscilaba entre 6 u 8 ducados al año (de 792 a 924 reales). Conocemos que al menos la recibieron en subarriendo, Alonso Moreno (1645-1646), D. Lorenzo Ortiz (1652-1654), Alonso de Ribera (1655-1658) y el escribano Juan Jacinto Romero (1664-1665) que llegó a pagar 1200 reales anuales. Por su parte los ingresos de las accesorias oscilaron entre 264 y 360 reales anuales, fueron arrendadas a Catalina Díaz (1646), a Pedro Sánchez (1646-1648), al aserrador Benito Hernández (1647-1648), a Pedro Rozel (1655-1658), a Sabina Pérez (1658-1662) y a Diego de Godoy (1656-1658, 1660-1663).

Nota 5.- TUBINO, Francisco M. Murillo, su época, su vida, sus cuadros. Sevilla: Imprenta La Andalucia 1864, pp. 91-96.

Nota 6.- ANGULO, Diego. Murillo…, 1981, Tomo I, pág. 84; KINKEAD, D. T. Pintores…, 2007, pp. 370, 376, 380.

Nota 7.- RUIZ CABELLO, Francisco Miguel. «Doña Beatriz de Cabrera y Villalobos, la doncella que enamoró a Murillo». En Historia de Pilas. Pilas: Excmo. Ayto. de Pilas, 2009, vol. VII, pp. 19-134.


Más información:

GUTIÉRREZ NÚÑEZ, Francisco Javier; SÁNCHEZ RAMOS, Valeriano; GAONA VILLEGAS, Joaquín: “El alpujarreño Juan de Godoy de los Cameros Fenoy: Hidalgo, “buscavidas” y pintor (1648-1716)”, en Farua nº 20, (Centro Virgitano de Estudios Históricos, 2017), pp. 201-224.

Diario de Sevilla (26.XII.2017).- De la pervivencia de ciertas imágenes



De la pervivencia de ciertas imágenes

 Murillo eleva sus figuras mediante el recurso a lo sagrado y a la vez suscita en silencio la experiencia del espectador. Lo demuestra la exposición que acoge el Espacio Santa Clara



(C) JUAN BOSCO DÍAZ-URMENETA 26



Detalle de la 'Inmaculada de Aranjuez', que carga de sensualidad una figura tomada del Apocalipsis.


Fue el siglo del despuntar de la ciencia. A la vez que se encontraban dispositivos para controlar la observación de la naturaleza, iba articulándose el aparato matemático que permitía relacionar entre sí los aspectos observados. Mientras todo esto ocurría, la magia perdía su última batalla, al ser desautorizada por la Iglesia. El siglo XVII marcó así uno de los puntos de partida de la modernidad. Pero simultáneamente la imagen se arrinconaba. En el siglo anterior había vivido horas de gloria: Giulio Camillo prometía sintetizar el saber mediante las imágenes acumuladas en su Teatro, Giordano Bruno ideaba una formación de la subjetividad mediante imágenes relacionadas por la memoria e incluso los libros de emblemas sugerían una educación a través de la conexión de imágenes, aforismos y textos. Pero todo esto decae con el interdicto dictado contra la magia. No deja de ser un síntoma el hecho de que Bruno fuera pasto de las llamas inquisitoriales en los inicios del siglo.





Detalle de 'Virgen con el Niño', obra que señala el paso de la 'madonna' ideal a la firmeza de la 'madre.'

Quedó sin embargo algo: la pintura. No toda: en algunos lugares estaba reglamentada por las academias, reales o pontificias, y en otros por la autoridad eclesiástica que obligó a retirar obras de Caravaggio. Pero la Iglesia Romana era presa de una contradicción: por una parte, era consciente del valor formador y pedagógico de la imagen. No como evangelio de los analfabetos -de la época medieval- sino como formadora de la sensibilidad, la imaginación y, en suma, de la subjetividad. De otra parte sabía que tenía que controlar las imágenes. La senda entre esos dos polos la propició la Compañía de Jesús y su pedagogía. Así lo reconoció Goethe cuando iba camino de Italia.
En esa difícil tesitura se sitúa sin duda buena parte de la pintura española del siglo XVII. Digo todo esto al hilo de esta exposición que, en última instancia, se esfuerza en buscar razones de la pervivencia de las imágenes de Murillo.
La muestra tiene sin duda varias lecturas posibles. Muchos espectadores encontrarán en ella ecos de algunas cosas que desde niños hicieron suyas, con ellas crecieron y ahora, al recorrer la exposición, se topan con su memoria a través de los cuadros.
Otra lectura la protagonizarán, creo, los amantes de la pintura. Incluso los contrarios a Murillo (que los hay) apenas podrán ignorar la exquisita sensualidad de la Inmaculada de Aranjuez, el ritmo de la figura, el modelado de las telas, el dibujo de la cabellera. Tampoco, creo, permanecerán indiferentes ante el color y la fuerza de la figura de La Virgen con el Niño, que conserva el palazzo Pitti, ni ante el bodegón del ángulo inferior izquierdo de Santa Rosa de Lima. Admirarán además la prestancia de la Asunción de Duque Cornejo y la manera en que organiza el espacio pictórico Núñez de Villavicencio.
Una tercera lectura es la erudita: la muestra va tejiendo una red formada en primer lugar por los coetáneos de Murillo: los autores que lo conocieron en vida y lo siguieron; quienes, como Cornelis Schut, recogen algunos de sus hallazgos y los reelaboran a su manera, y no falta quien toma un aspecto de su obra, como Valdés Leal al retratar a Mañara. Pero la deriva se prolonga: en los pintores del siglo XVIII que conservan las esencias de Murillo (la rotundidad de los cuerpos, por ejemplo) pero bañándola de la sensualidad de la época, y los ecos llegan a la pintura romántica aunque alentada por una nueva sensibilidad. Esto, sin embargo, no es todo: hay que añadir, y así lo hace la muestra, la reproducción que va desde el grabado a la fotografía. Esta pervivencia de la imagen de Murillo da sin duda que pensar.
Creo que una de las claves de esa pervivencia está en el equilibrio entre la fidelidad a los contenidos religiosos y la sensibilidad hacia determinados aspectos de la experiencia. La Inmaculada de Aranjuez cumple los requisitos de la figura tomada del Apocalipsis y que la época transfiere de la iglesia a María de Nazaret, pero la figura está cargada de sensualidad y ritmo (eso la distingue de la que pinta Schut). 

La Virgen con el Niño señala el paso de la madonna ideal a la firmeza de la madre: la prestancia de la figura subraya la densidad de su existencia y la serena posesión de sí misma. En cuanto a La Virgen de la faja, la atribución de la visión profética a María de Nazaret, que llevaron a sus obras Donatello y Miguel Ángel, se convierte en mirada temerosa ante la incertidumbre (que no debía faltar en la época). Murillo, a mi juicio, eleva sus figuras mediante el recurso a lo sagrado (que respeta) y a la vez suscita en silencio la experiencia del espectador. Tal vez por eso, como se dice en el catálogo, sus imágenes devuelven la mirada y cumplen, pese a la puesta en escena religiosa, con el antiguo adagio: de te fabula narratur.

Murillo. Guía de recursos didácticos

Murillo.  Guía de recursos didácticos http://www.murilloysevilla.org/wp-content/uploads/Guía-Murillo_baja.pdf © Ayuntamient...