martes, 27 de marzo de 2018

Julio Mayo.- "El Domingo de Ramos en tiempos de Murillo", en ABC de Sevilla, domingo 25 de marzo de 2018, pp. 54-55


EL DOMINGO DE RAMOS
EN TIEMPOS DE MURILLO

El pintor vivió en la época de mayor esplendor barroco, cuando las cofradías no llegaban a la Catedral hasta el Miércoles Santo,
pero celebraban cabildos de hermanos el domingo

JULIO MAYO
en ABC de Sevilla, domingo 25 de marzo de 2018, pp. 54-55

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A Murillo le tocó vivir en sus distintas etapas vitales (1617-1682), el esplendor barroco más álgido de una Semana Santa que, en el terreno espiritual, exhibirá la intensidad de un exacerbado fervor penitencial, orientado a la contemplación del misterio de la cruz. Esta profundización en los postulados del concilio de Trento, centrados en revivir la Pasión y Muerte de Jesucristo en aquella Sevilla superpoblada que mantenía la cabecera comercial de la Carrera de Indias y en la que se cometían tantos pecados –según los clérigos–, motivó un gran reproche teológico por parte del mundo protestante que no entendía que esos cultos no tuvieran su centro en la Resurrección del Señor.


La participación directa de Murillo en la defensión y definición del misterio de la concepción inmaculada de María, ayudó a que el culto mariano creciese en la ciudad y se equilibrase, por tanto, el exclusivamente dedicado a Cristo los días de la Semana Mayor. Por su profunda experiencia espiritual, Murillo podía competir en cuanto a su comportamiento con cualquier canónigo de la catedral. Pero no por ello renunció al compromiso de formar parte de aquella Semana Santa germinante.

El 3 de mayo de 1653, ingresó como hermano de la antigua cofradía de la Vera Cruz, establecida en su capilla del convento «casa-grande» de San Francisco, para la que había pintado una Inmaculada Concepción junto al fraile franciscano, fray Juan de Quirós, en 1652. Sin embargo, su estreno cofrade se produjo en 1644, al hacerse hermano de la de Nuestra Señora del Rosario, del convento dominico de San Pablo. También intervino, en 1657, en el alquiler de una serie de túnicas para los cofrades de Montesión. Facilitó hábitos para la procesión de Semana Santa.

Según un expediente del Archivo del Arzobispado, se le abonaron 562 reales de vellón «por el alquiler de las túnicas de sangre y de luz que dio para la estación de el Jueves Santo». Con el tiempo, muchas de las imágenes titulares de las cofradías que se reactivaron entonces, terminaron efigiándose bajo los parámetros artísticos de sus creaciones pictóricas.


Todas las cofradías de sangre radicaban en iglesias de conventos, ermitas y parroquias apartadas de la catedral, adonde tenían la obligación de acudir en el transcurso de sus respectivos desfiles procesionales, después de disponerlo así el cardenal don Fernando Niño de Guevara, en el sínodo diocesano de 1604. Pero, sin embargo, aquel sínodo prohibió que se celebrasen procesiones el Domingo de Ramos, porque tal día día no podían entrar pasos en el monumental templo.

Aquel siglo que le tocó vivir a Murillo, las cofradías no llegaban a la catedral hasta el Miércoles Santo. Las reglas de muchas hermandades de aquel tiempo nos revelan que, en cambio, era tradicional la celebración de cabildos de hermanos el Domingo de Ramos, así como organizar y distribuir las demandas de limosnas, con cuya recaudación se sufragaban los gastos de la salida. Un expediente del Archivo de la Catedral de Sevilla, que contiene decretos emitidos por el señor provisor del arzobispado, fechados entre 1620 y 1633, conserva uno que prohibía asistir a las mujeres, de noche, a la iglesia, y regulaba la visita que se realizaba durante la cuaresma a la Cruz del Campo, concretándose que las mujeres fuesen por la mañana y los hombres cumpliesen por la tarde.

Hasta dos hermandades dedicadas al título de la Entrada de Jesús en Jerusalén llegaron a coexistir en aquella misma centuria. Una es la actual hermandad de la Borriquita, y la otra, que era de Triana, terminó extinguiéndose. Esta última corporación sí parece que llegó a salir algún que otro Domingo de Ramos, aunque sin retirarse de su demarcación trianera. No es hasta muy finales del siglo XVII, en 1696, cuando la autoridad eclesiástica ordenó incluir en las reglas de la Amargura que la estación debía cumplirla el Domingo de Ramos. Así se conformó como jornada de procesiones.

Ceremoniales en la Catedral

El edificio de mayor relevancia de la ciudad era, en el siglo XVII, la Seo Metropolitana y Patriarcal, como centro multifuncional más destacado de la época Moderna. Con gran pompa y riguroso protocolo, se conmemoraban eventos solemnísimos en los que participaban las instituciones de poder más representativas (corporación municipal, justicia, dirigentes de la Casa de la Contratación y la propia Iglesia hispalense). Las vísperas del Domingo de Ramos se iniciaban en el domingo anterior, conocido como el de «Lázaro». El «Sábado de Ramos», tenía lugar la ceremonia de la «ostensión de la Seña» (reboleo de la bandera negra con cruz roja, a cargo de un ministro eclesiástico, con la que se anunciaba la proximidad de los días santos en los que el Redentor padeció por nosotros). Ese mismo sábado, quedaba ya abierta la catedral para la procesión de palmas del Domingo de Ramos, cuyas puertas no se cerraban durante la Semana Santa, con el fin de no interrumpir el recorrido litúrgico durante las jornadas penitenciales.

Con la entonación de la antífona «Asperges me» se verificaba el ritual de bendición de los ramos de olivos, mientras se rociaban las palmas y ramitas de olivos con agua bendita, especialmente preparada para la Semana Santa. A continuación, salía la «Procesión de los Ramos» alrededor del templo catedralicio, a la que asistían todas las cruces parroquiales. Los fieles cantaban, imitando a los niños hebreos que salieron a recibir al Señor con el «Hosanna». Mientras la procesión discurría por debajo de las gradas, tañían las campanas de la Giralda. Se hacía el «Attollite portas» en la puerta de la «Entrada del Señor en Jerusalén», conocida como la de Campanillas, que es por donde el cortejo regresaba al interior. De este modo, la catedral constituía una imagen metafórica de la Jerusalén del Cielo, por lo que la entrada de los fieles portando palmas y ramas de olivos era equiparable a la consecución de la Gloria como fin de salvación. Acto seguido se celebraba el canto de la Pasión, antes de proceder a oficiar la misa y el sermón propio del día.

Procesión de Palmas en 1649

Expresa literalmente un Libro de costumbres litúrgicas de la Catedral de Sevilla que «este año de 1649, el Domingo de Ramos no pudo salir la procesión de los Ramos por ençima de gradas por haber llovido y llover toda la mañana. Aunque no llovió cuando salió hizose la procesión por las últimas naves de la iglesia, salió por el lado del púlpito de la Epístola y la nave de la antigua a la puerta de San Miguel, y por detrás del Monumento a la pila del Bautismo y a la puerta de los Palos y salió al dicho patio a la puerta de los meaderos y entró por la puerta de la Entrada de Jerusalén y allí se hizo al estación y ceremonia de cerrar la puerta». No se suspendió por la epidemia, sino por la inundación provocada por el Guadalquivir.


Representación pasional

En 1611, Alonso Lobo compuso para la catedral un libro de polifonía con el repertorio de Semana Santa, en el cual se habían incorporado las cuatro Pasiones. Merced a la documentación obrante en el Archivo de la Catedral sobre ceremoniales litúrgicos, sabemos que, en 1630, se escenificaba el canto de la Pasión. En la puerta de la capilla mayor se había colocado un tablado pequeño, donde un cantor encarnaba a Cristo. «Saldrán los tres (cantores) de la sacristía, los que han de cantar la Pasión, el primero el que hace el Evangelista y el segundo el que significa a las personas particulares y el último el que hace la persona de Cristo». 

Los músicos, tenían la obligación de asistir el Domingo de Ramos, como bien ha estudiado Juan Ruiz Jiménez en su trabajo sobre la actividad musical en la catedral, «para cantar los Pasos que tocan a la plebe, conforme están señalados en el libro que hay de esto». Por la «Regla de Coro» se sabe que la versión que se interpretaba del himno «Strope Vexilla regis» de Francisco Guerrero, fue sustituida por la de Luis Bernardo Jalón en el siglo XVII. El altar mayor quedaba cubierto por un amplio velo blanco hasta que era rasgado y retirado el Miércoles Santo. Desde Sevilla se exportaron todos estos ceremoniales a las iglesias de América, donde se conservan todavía muchos rituales en catedrales como la de Quito (Ecuador).


Procesión de Huesos

Por la tarde, la hermandad de la Santa Caridad, de la que formaba parte Murillo, y para la que también realizó grandes cuadros, organizaba una procesión con restos óseos y cajas mortuorias en las que se traían, desde fuera de la ciudad, los despojos mortales de personas de devenir miserable. Cumplía así con uno de sus fines piadosos: enterrar a los pobres. Y, sobre todo, a los defenestrados por la sociedad (mendigos, ladrones, ahorcados, condenados, asesinados, pendencieros, bandoleros y un amplio número de personajes de la marginalidad más desarraigada). 

El pintoresco cortejo lo abría el muñidor, cuya figura aún conserva la Hermandad. Al cabo de la comitiva venían los ataúdes y urnas de huesos de los pobres, portados a hombros por los cofrades de la Caridad. Atravesaban la catedral y cruzaban la actual Avenida para llegar a la capilla del colegio de San Miguel, donde hoy se encuentra la plaza del Cabildo. Allí había un compás, o cementerio, donde un benefactor mandó remozar una capilla para que los entierros de los proscritos también fuesen dignos.

Pese a la riqueza litúrgica y la grandeza institucional de nuestra santa iglesia catedral, en la que se han solemnizado rituales litúrgicos imponentes, como en ninguna otra de España, la religiosidad popular de nuestra ciudad se ha engrandecido en el escenario donde públicamente pidieron perdón por sus pecados tantos penitentes, tantos devotos y tanta gente con sus disciplinas, rezos y promesas: las calles de Sevilla.

JULIO MAYO, HISTORIADOR





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lunes, 26 de marzo de 2018

Redescubriendo a Murillo. Del 15 marzo al 18 de mayo de 2018

Redescubriendo a Murillo

Del 15 marzo al 18 de mayo de 2018


 Una selección de 20 documentos pertenecientes al fondo documental de los Protocolos Notariales de Sevilla junto a 10 grabados originales, permitirá al visitante acercarse a la figura histórica del artista contextualizadas en el complejo siglo XVII sevillano.




 ¿Cuándo?

  Del 15 de marzo al 18 de mayo de 2018

 ¿Dónde?

 En la sede del Archivo Histórico Provincial de Sevilla

  C/ Almirante Apodaca, nº 4 41003 Sevilla

  ¿A qué hora?

  De 9'00 a 14'30 horas de Lunes a Viernes



 Ver Catálogo

sábado, 24 de marzo de 2018

Benito Navarrete: "Murillo manejaba muy bien las redes sociales"

Amalia Bulnes, 20 de marzo de 2018






  • El director del Congreso Internacional sobre el pintor sevillano reflexiona acerca de los nuevos descubrimientos en la obra y la personalidad de Murillo
  • 57 de los mayores expertos mundiales están dispuestos a cambiar nuestro modo de mirar y de acercarse al pintor sevillano, "un instrumento de poder político para Franco y el Nacionalcatolicismo" que desvirtuó la imagen del genio


Un congreso internacional pondrá a Murillo "en el lugar que le corresponde" EFE

Un Murillo para el siglo XXI. Con este breve titular podría quedar resumido el empeño y las expectativas con las que se ha inaugurado en Sevilla el Congreso Internacional Murillo ante su IV centenario. Perspectivas historiográficas y culturales, un hito dentro los actos de celebración de la efemérides, que congrega a los 57 mayores expertos mundiales dispuestos a hacer que el espectador medio logre cambiar su modo de mirar y de acercarse al pintor sevillano, "un instrumento de poder político para Franco y el Nacionalcatolicismo" que desvirtuó la imagen del genio.
Es más: "Murillo está aún por descubrir", nos asegura el historiador Benito Navarrete (Jerez, 1970), director del congreso que ha convertido estos días a Sevilla en la capital mundial de la Historia del Arte.

P: Ya ha arrancado el gran hito académico del Año Murillo. ¿Qué expectativas tiene del congreso? ¿Nos esperan grandes revelaciones en torno a la figura de Murillo?
R: Lo que esperamos es que a Murillo se le eliminen los tópicos que han venido arrastrándose a lo largo de muchísimo tiempo. Las diferentes secciones y temáticas en que hemos dividido este congreso responden precisamente a esta intencionalidad. Hemos conseguido reunir a los 57 ponentes más interesantes que hay en el panorama internacional, intentando hacer un equilibrio entre los que son las personas consagradas y las nuevas generaciones de historiadores del arte que tienen mucho que decir. Actualmente, en todas las mesas de trabajo, los diferentes historiadores y restauradores participantes están realizando aportaciones especialmente luminosas.
P: El Año Murillo en general, ¿cree que servirá para cambiar el modo en el que nos hemos asomado tradicionalmente a este pintor?
R: Yo creo que sí, porque Murillo no es sólo patrimonio de Sevilla. Murillo es un pintor que tiene que trascender nuestras fronteras, de hecho ya lo hizo. Lo que pasa es que vivimos un periodo en el que la pintura española no está atravesando sus mejores momentos y esto es precisamente lo que vamos a intentar analizar. Así como desterrar el lamento por la pérdida de sus obras. El conservador del Museo del Prado Javier Portús nos ha hecho ver en la conferencia inaugural que, si bien es cierto que hay mucha obra de Murillo repartida por el mundo, es el artista que mejor está representado en Sevilla. Si comparamos lo que ha salido con lo que queda, evidentemente nos sale que es un artista muy representado en los museos internacionales, pero que esto es también una buena noticia.
P: El pintor más aclamado y demandado en su época, estrella de las subastas internacionales en los siglos XVIII y principios del XIX, objeto de deseo de invasores napoleónicos, Murillo ve cómo se desploma su prestigio a partir del XIX, cuando afloran otros artistas contemporáneos como Velázquez, gracias a la labor de los impresionistas. ¿Qué provoca este cambio radical en la percepción de Murillo?
R: Pues se produce en el centenario de 1882, cuando hay un intento, sobre todo en Sevilla, por parte de los jóvenes de la Asociación de la Inmaculada Concepción, con la revista Sevilla Mariana y los carlistas, que estaban detrás, de intentar apropiárselo. Este intento de apropiación y de vincularlo con la religión y con el Catolicismo es la responsable de que luego, el dictador Franco, en 1941, lo volviera a utilizar, obsesionándose con la Inmaculada del Hospital de los Venerables.
P: Por situar al lector, el Museo del Prado recuperó esta impresionante Inmaculada robada por las tropas napoleónicas en plena posguerra, una obra que permanecía en el Louvre y regresa a España como un logro personal de Franco. ¿Eso catapultó a Murillo como el artista oficial del régimen?
R: La forma en que el régimen justifica cómo la Inmaculada Soult (llamada así en nombre del general que capitaneó las tropas napoleónicas en Sevilla) venga a España es un documento esencial, porque dice que es "imagen de la religiosidad, de la catolicidad". Franco la considera una reliquia y al mismo tiempo, valora en ella los valores raciales. Es decir, es algo alucinante. Te das cuenta de que Murillo ha sido un instrumento de poder político, precisamente por el poder que tienen sus imágenes y la capacidad que tienen para llegar al gran público. Eso es lo que lo ha desnaturalizado. Y eso es algo que le ha perjudicado mucho en su valoración y en su análisis crítico por parte de expertos internacionales.
P: ¿Cuánto Murillo nos queda entonces por conocer?
R: Es que Murillo es un artista que directamente no se ha estudiado. No se ha estudiado desde la visualidad y desde el poder que tienen sus imágenes. Es un artista riquísimo, porque además hay una intencionalidad por parte del artista en querer mostrar algo que realmente parece fácil y no lo es tanto. Precisamente, la conferencia de clausura del congreso se va a titular Los velos de Murillo. Y en ese título  tan inteligente, lo que subyace es esa intención de desvelar todo lo que hay detrás de su pintura. A Murillo hay que estudiarlo no sólo desde la perspectiva de la historia del arte, sino en relación a la literatura, la filosofía, la Estética, la historia del pensamiento y, sobre todo, la historia de la ciencia.
P: También este año Murillo nos está dejando al descubierto una nueva dimensión humana del personaje, además de su obra. Usted ha llegado a decir: "Murillo nos mintió a todos", porque ni era tan piadoso, ni tan devoto, ni tan sensible con la pobreza y la exclusión social como parece en sus obras.
R: Yo creo que no lo era, no. Se ha construido una biografía absolutamente idealizada del artista, en gran medida debido a los escritos de Ortiz de Zúñiga, que es quien, en los Anales eclesiásticos de la ciudad Sevilla, comienza el panegírico del artista y la construcción de su identidad. Era amigo de Murillo y coleccionista de su obra y llegó a manifestarlo como un artista casi divino, diciendo cosas como que las Inmaculadas habían sido pintadas por ángeles. Ese topo, que es muy frecuente en algunos artistas, lo presenta como un ser celestial. Pero cuando uno se acerca a los documentos, se da cuenta de que Murillo fue un artista con los pies en la tierra, que se relaciona con quien se tiene que relacionar.
P: De hecho, parece que fue muy ambicioso en lo personal, astuto y con un sentido práctico de la vida.
R: Murillo tenía invertido su dinero en la carrera de Indias... tanto que incluso se queda sin liquidez para pagar el alquiler de su casa precisamente por esta razón. Y esto hace que el Cabildo Catedralicio lo lleve a la cárcel unos días, ¡a pesar de que él ya estaba contratando con la Catedral! Quiero decir, que era un hombre al que, evidentemente, le interesaba la parte comercial de su trabajo. Y fue uno de los artistas mejor pagados en ese momento en España. Se dedica incluso a alquilar a determinadas hermandades túnicas de sangre y de luz para el Jueves Santo. De alguna forma, hay un interés comercial que le hace progresar, porque Murillo manejaba muy bien las redes sociales, lo que serían las redes sociales de su época: sabía muy bien con quién tenía que relacionarse y conocía en profundidad la realidad de Sevilla.
P: Es muy llamativo que Murillo consiguiera todos sus propósitos sin la necesidad de salir de Sevilla. Los demás pintores de su época tenían como meta la Corte.
R: Murillo no quiso irse de Sevilla nunca. Aquí tenía toda su  clientela y su red social establecida. Tanto es así que los historiadores aseguran que Carlos II lo llama y Murillo declina la invitación.
P: ¿Cree que este simposio va a tener la dimensión nacional e internacional que le corresponde?
R: Dimensión y trascendencia nacional está teniendo bastante. Quiero decir, que se ha hecho un esfuerzo muy grande por parte del Ayuntamiento de Sevilla y se está viendo reflejado. Hay mucho interés también por parte de medios de comunicación extranjeros, sobre todo alemanes y franceses. Es curioso, porque una vez más responde al interés donde su obra está mejor representada... Es una apuesta cultural clara del Ayuntamiento, se está haciendo muy bien.
P: ¿Entonces por qué el Gobierno central no se ha implicado con el Año Murillo como lo hizo con el año de El Greco en Toledo? La creación de una Comisión Nacional hubiera sido un trampolín definitivo.
R: Bueno, se ha reconocido en cierto modo pero es cierto que el Ministerio de Cultura no ha liderado la creación de una Comisión Nacional ni ninguna actividad concreta. Sí que contamos con la colaboración, que ha sido fundamental, del Museo Nacional del Prado, y de Patrimonio Nacional, que han sido muy generosos con sus préstamos. Y esto evidentemente, yo creo que ha compensado esa ausencia del Estado a nivel más institucional. Pero esto es porque los técnicos nos hemos puesto de acuerdo, siempre lo hacemos. Los técnicos no tenemos problemas nunca.
P: Entonces lo que ha faltado es la voluntad política...
R: Esto a mí no me compete valorarlo. Yo estoy muy contento de la respuesta del público, de cómo se ha implicado tanto la ciudad de Sevilla como la gente que está viniendo.
P: El acuerdo que va a permitir que El Jubileo de la Porciúncula, obra maestra de Murillo propiedad del Museo de Colonia (Alemania), se quede una década en Sevilla, ¿nos abre la puerta a la esperanza para la recuperación de las obras de arte expoliadas por los franceses en Sevilla?
R: Siempre que las instituciones se pongan de acuerdo  y los técnicos puedan hacer su trabajo, se puede avanzar mucho. Pero yo, como historiador del arte, considero que la historia de las obras de arte muchas veces es irreversible, y que una obra de Murillo esté en el extranjero y esté conservada con todas las garantías en un museo es algo positivo también. Obsesionarnos con que todas las obras vengan a nuestro país es también un concepto de identidad nacional que actualmente está completamente fuera de lugar. Esas obras son hijas de su tiempo y de sus circunstancias y gracias a ello se conoce en el mundo la pintura española, y se conoce a Murillo internacionalmente.

GARCÍA FELGUERA, María de los Santos: "La fortuna de Murillo", Sevilla 2018

LIBROS.- GARCÍA FELGUERA, María de los Santos: "La fortuna de Murillo", Diputación de Sevilla, Sevilla 2018. 304 pp. ISBN: 978-84-7798-407-8.- Las pinturas de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) nunca han perdido el favor del público, pero el artista ha sufrido como pocos los vaivenes de la crítica. Él fue el pintor español mejor conocido fuera de nuestras fronteras hasta principios del siglo XIX, y en 1852 la venta de la Inmaculada de los Venerables (Soult) pulverizó las cifras del mercado artístico. Mientras tanto, en Sevilla los pintores se formaban copiando sus cuadros. La leyenda en torno a un Murillo piadoso y humilde nació cuando todavía estaba vivo y llegó hasta la literatura popular, sobre todo en Francia.

Sus obras interesaron a pintores tan distintos como Hogarth, Gainsborough, Reynolds, Wilkie o Delacroix, pero su estrella fue decayendo en la segunda mitad del siglo XIX, empujada por nuevos movimientos artísticos más afines a Velázquez, Goya y El Greco, y por el peso de la identificación de Murillo con lo religioso. Con este estudio ya clásico, publicado por primera vez en 1989, García Felguera abrió una nueva mirada sobre el sevillano y la recepción de sus obras. En palabras de Álvarez Lopera, el suyo es un libro sobre "el proceso que llevó de unas valoraciones a otras, así como la influencia de Murillo en los pintores ingleses y españoles del XVIII y el XIX, el estudio del coleccionismo de sus obras y, muy especialmente, la leyenda del artista y el análisis de la imagen que cada época se forjó de él". Con motivo del cuarto centenario del nacimiento del pintor, "La fortuna de Murillo" (1682-1900) aparece ahora con nuevas ilustraciones en color y una bibliografía actualizada.

Murillo. Guía de recursos didácticos

Murillo.  Guía de recursos didácticos http://www.murilloysevilla.org/wp-content/uploads/Guía-Murillo_baja.pdf © Ayuntamient...